martes, 24 de julio de 2012

Hay que buscar a la nena

La vi. Pasó fugazmente. Pero  la vi.
 Al rato volví a pasar y otra vez la vi. ¿Se estaba escondiendo? ¿Estaba  jugando?
 - me habrá parecido- dije entre mí.
Al otro día otra vez y al ratito otra vez. Entonces me cercioré.
 Sí, era ella. ¿Pero cuál? ¿La de seis años, frente despejada y moño en la cabeza? ¿La de ocho con flequillo o la de diez con rulos y ojos soñadores?
 Será la de catorce, que  escondía su nariz, su corte de pelo y su magro cuerpo donde pudiera para no salir en las fotos. De a poco ella  se fue amigando con sus cambios.
Pasaron  décadas. Lo que la vida le dio y le quitó no se puede pesar ni medir.
-Tenés que buscar a la nena- escuché.
Entonces me di cuenta de que la había encontrado
Estaba. No la  veía desde hacía mucho, pero estaba. La había visto y no lo podía creer. Me sentí feliz.
 La nena me miraba  y eran los ojos de todas y cada una. Más allá de las arrugas de los años. Siempre estuvo ahí. Ese era el misterio, estaba ahí y  yo no la veía.
Frente a mí, en el espejo, cada día.
Raquel Micheli

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