viernes, 28 de junio de 2013

Manuela y las cotorritas.

            Manuela a los 9 años fue a vivir a la casa de su abuela que  había venido de Alemania a los 57 años. Cuando  Manuela la  conoció, varios años más tarde,  ya era una persona muy mayor que no había logrado aprender el castellano, solo balbuceaba unas pocas palabras. Los nietos la llamaban “La Oma”.
             Durante su vida en Alemania había pasado por  las dos guerras mundiales y  con mucho sufrimiento. Tenía un  carácter  serio y formal. Parecía una persona muy justa y dentro de lo que se permitía a sí misma, cariñosa.
            La Oma no hablaba español y Manuela  no sabía nada de alemán, pero de alguna forma lograban comunicarse. Utilizando gestos y mímica,   de a poco comenzaron a entenderse.
            La Oma tenía dos cotorritas verdes que ocupaban  una amplia jaula. Las cuidaba mucho. A la noche las cubría  con una funda confeccionada a medida de la jaula para que no tuviesen frío y además, para que no madrugasen mucho.
La Oma, todas las mañanas cumplía el mismo ritual. Quitaba la funda de la jaula, cambiaba el papel con los excrementos del día anterior por uno nuevo. Siempre era una hoja del  Argentinisches Tageblatt, que era el diario que ella recibía semanalmente. Luego renovaba el agua y las semillas de los comederos. Todo lo hacía mientras  murmuraba palabras en alemán y las cotorritas parloteaban sin parar. Manuela  llegó a creer que las cotorras y  La Oma  se entendían en alemán. A veces ésta, les ofrecía semillas con la palma de su mano dentro de la jaula y ellas picoteaban sin temor. La armonía entre las cotorras y La Oma era total.
          A media mañana si el tiempo era bueno, sacaba la jaula al jardín, donde había un gancho instalado especialmente para sostenerla. Ahí las cotorras recibían un  refrigerio extra que podía ser,  unas hojas de lechuga o algunos  trozos de frutas.
Transcurrido el día, al atardecer volvían a la cocina.
          Pero había algo muy especial que La Oma hacía con las cotorritas dos veces a la semana, como si les otorgase un premio. Cerraba la ventana de la cocina, abría la canilla de agua fría de la pileta y regulaba un chorrito pequeño de agua. Entonces abría la puerta de la jaula y ambas cotorras salían. Revoloteaban un rato por la pequeña cocina para luego ir a bañarse debajo del chorrito, siempre parloteando  y peleando entre ellas para ocupar el lugar bajo el agua.
          Manuela  no podía abstraerse al espectáculo de  los pájaros bañándose con tanta  naturalidad bajo el agua, sacudiendo las alitas, revoloteando y cuando se cansaban,  solitas volvían a su jaula. Allí  quedaban hasta que La Oma les cerraba la puertita. Se entendían tan bien entre las tres,  que  la niña pensaba:
-¿Que pasaría si algún día una de ellas desapareciese?
            Ver la escena del  baño era un momento tan grato para Manuela que  pedía a su abuela que lo hiciese todos los días. Pero por alguna razón que nunca supo, La Oma se negaba.
            Todos los días a la tarde, La Oma dormía una siesta más o menos larga. Un día de bastante calor,  Manuela dijo:
─ ¿Por qué no bañar a las cotorritas con este calor?
Allí mismo puso manos a la obra. Abrió la canilla de la pileta y reguló  el chorro de agua para que no fuese muy fuerte. Entreabrió la puertita de la jaula y se sentó a mirar.
Al principio ambas cotorras no salían de la jaula. Miraban a la niña con cierto temor.
Ella esperó tranquila. Observó  como de a poco se acercaban a la puerta, pero aún no se animaban a salir. Entonces abrió un poco más el chorrito de agua,  para que el ruido las estimulara.
            Primero salió una, se posó sobre el mármol de la mesada y parecía llamar a la otra que se veía más indecisa. Cuando salió la segunda, la niña se puso contenta esperando el baño bajo el agua, pero en cambio lo que hicieron las dos cotorritas, fue salir volando muy rápido por la ventana, a la cual Manuela,  había olvidado  cerrar.
         No lo podía creer. ¡Ohh! ¿Qué iba a decir su abuela?
 Las tenía que atrapar sino La Oma se iba a disgustar terriblemente. Salió corriendo al patio, todavía estaban allí, sobre unas plantas. Más cuando la niña se acercó volaron más alto y atravesaron una pared que daba al jardín del vecino. No sabían volar, era el debut, ni siquiera desplegaban bien las alas. Manuela  trepó a la pared con un banquito y  consiguió verlas posadas en la rama de un árbol. Corriendo fue a  casa del vecino, golpeó la puerta y a los gritos pidió:
─ ¡Don Pedro, Don Pedro! Por favor déjeme pasar. Se me volaron las cotorritas de mi abuela y están en el árbol de su jardín.
El buen hombre y su mujer  quisieron ayudarla. Consiguieron una escalera y cuando el vecino estaba subiendo, ambas cotorras levantaron vuelo y nunca más las volvieron a ver.
Manuela  muy angustiada exclamó:
─ ¡Nunca estuvieron sueltas! Si no saben ni volar… ¡Las van a devorar los gatos!
        Creyó  que su abuela  iba a enloquecer cuando se enterara de lo que había hecho. ¡Que audacia la suya!
Rompió en llanto. ¿Cómo iba a  contarle el fatal desenlace a La Oma?
Los vecinos al verla tan desconsolada y arrepentida de su travesura, ofrecieron acompañarla, pero con la condición de que ella debía decir la verdad.
        Finalmente,  Manuela  hipando entre sollozos y con temor, contó  los hechos a La Oma. Ante el  asombro de todos los presentes, La Oma  dijo:
─ Vamos a tener que comprar otras dos cotorritas.
A la semana siguiente la jaula tenía  sus nuevas cotorritas y estas eran iguales a las anteriores. No había diferencia alguna.
       Pero había algo que Manuela no entendía ¿Por qué las cotorritas al principio dudaban de salir de la jaula? Ellas si habían visto la ventana abierta. Finalmente la niña creyó entender  la duda de los dos pájaros. “La elección”: ¿La cómoda vida en la jaula?  o ¿La peligrosa pero  atrayente y  subyugante libertad?
                                                                           Gely



lunes, 24 de junio de 2013

HAIKUS Y TANKAS

EL HAIKU

Es una composición poética de forma fija: tres versos de 5, 7, y 5 sílabas respectivamente. Es una expresión tradicional japonesa que expresa la belleza de la naturaleza a través de imágenes logradas mediante una notable condensación. Es una poesía de gran simplicidad y sutileza que despierta en los lectores una sensación de iluminación espiritual. 
Como ejemplo vayan unos poemas de Matsuo Basho, poeta del siglo XVII que estableció definitivamente el haiku como género literario.

Este camino 
ya nadie lo recorre
 salvo el crepúsculo*
Brisa ligera
la sombra de la glicina
apenas tiembla


*Julio Cortázar colocó este poema como título de uno de sus libros.

Grandes escritores contemporáneos cultivaron esta bella forma poética modificando su contenido  en función de sus necesidades expresivas.
Dos haikus de Borges:

La vasta noche
no es ahora otra cosa
que una fragancia


Ésta es la mano
que alguna vez tocaba
tu cabellera


Dos haikus de Mario Benedetti:

Las hojas secas
son como el testamento
de  los castaños

Óyeme oye
muchacha transeúnte
bésame el alma



En uno de nuestros encuentros del taller nos animamos a intentar la escritura de haikus. Contamos sílabas, tuvimos que ceñirnos a  la notable brevedad, hubo que efectuar una cuidadosa selección de las palabras y les presentamos algunos de los poemas que resultaron (no fue fácil pero sí una experiencia diferente y placentera con las palabras). Partimos de los primeros versos dados, y hubo que completar el poema.
Estos son algunos de los haikus creados por Raquel e Inés:

Cae la tarde,
el sol rojo en el cielo,
brillo de luna.

Cantan los grillos
en las noches cerradas
melodías de amor.

Tierra mojada
de la lluvia cansada
harta bebió.

 En el misterio
las voces que se alejan
claro de luna.

Cantan los grillos
nuestras almas unidas
noche serena.

Cae la tarde
adormece los tilos
la brisa suave.


EL TANKA
Como nos entusiasmamos con los haikus, esta semana las escritoras también metieron mano en otro género poético japonés: el Tanka. Se trata de una forma de poesía que floreció a partir de la creación del abecedario japonés (siglo X) en el cual cada signo corresponde a una sílaba, hecho que facilitó la versificación.
 El Tanka está formado por 31 sílabas dispuestas en una primera parte de tres versos de 5, 7 y 5 sílabas respectivamente, y la segunda parte de dos versos de 7 sílabas. Lo interesante es que se escribe en colaboración. Se propone un tema, una persona escribe los tres primeros versos y se lo pasa a la otra para que complete el poema con los dos últimos versos. Los contemporáneos también incursionaron en este género.
Aquí van dos tankas de Borges:


Alto en la cumbre
todo el jardín es luna,
luna de oro.
Más precioso es el roce
de tu boca en la sombra.

No haber caído,
como otros de mi sangre,
en la batalla.
Ser en la vana noche
el que cuenta las sílabas.

  

Estos son los Tankas que crearon Inés, Neli y Raquel  sobre los siguientes temas: Tiempo/ Amor/ Vida.




TIEMPO

Las horas siempre
preocupación constante
hombre viviendo
mas no dejes que pase
agua sin dejar huella
 AMOR
Amar a mares
en abrazos nos dimos
sin par los besos
luminoso recuerdo
alimento presente
 VIDA
Estamos solos
en la tierra fértil
que nada pide
cosecha la simiente

que tu tiempo abonó

martes, 18 de junio de 2013

Viajes con historias

Londres con Victoria

            Salida de Barcelona 29 de Septiembre de 2012. Un viaje programado en Europa .Por primera vez, las dos solas, con mi hija Victoria. Después de tantos años  que vive en el exterior, confío plenamente en su experiencia. Ella preparó todo con sumo cuidado y dedicación, previó  los traslados, hizo reservas de entradas para el teatro y buscó lugares para visitar. Mis hijos son muy organizados  para estas cosas, les gusta y lo hacen con mucho cariño. Así que me dejo llevar y cuidar. Ahora es mi turno. Sabemos que la estadía será corta, hay mucho para ver, tenemos que aprovechar el tiempo al máximo.
            Viajamos a Londres,  muy temprano, en un vuelo corto, de alrededor de 1 hora, con una mochilita cada una. Al descender tomamos un tren  que en  un rato, pasando por campos cercanos a la ciudad nos deja en la estación principal que es muy antigua y bien cuidada, y me pareció algo conocido. Claro, es muy similar a la estación Retiro de Buenos Aires y nuestros ferrocarriles los hicieron los ingleses. Nos recibe un  sol reluciente, para asombro nuestro que esperábamos el clima  usual de esta ciudad, o sea: lluvia. Caminamos poquitas cuadras y ya estábamos en el Hotel Hilton Kensington. Estábamos encantadas de lo lindo y cómodo que era. Tenía de todo, pantalla plana de televisión con Internet, wifi, bandejita, cookies, té, cama mullida, la elección había estado excelente.
 Dejamos nuestras mochilas y salimos hacia el centro en subterráneo. Trafalgar Square. Buscamos un City Tour para recorrer la ciudad mirando desde el piso alto del bus. Pasamos por varios puentes y los lugares más significativos, subimos a la embarcación que nos llevaba por el Támesis. Ya me sentía que estaba en medio de un cuento, de esos que leía cuando era chica, cuando las historias de Dickens me trasportaban a ese mundo lejano, del siglo XIX, las minas de carbón, sus personajes como David Copperfield,  las obras de las hermanas Bronte, Oscar Wilde, Conan Doyle y otros tantos que  llegaban a mis manos ávidas .También  leía la vida de las princesitas Isabel y Margarita, que se publicaban en una revista que mi madre compraba semanalmente: “Maribel”·
Mientras recordaba estas cosas, no me quería perder de nada. Algún edificio  muy moderno mezclado entre torres, museos, Abadías y Capillas,  parques y palacios, los clásicos buses de dos pisos antiguos y nuevos, las típicas casillas telefónicas. Donde diera vuelta la cabeza descubría, los puentes,  las torres, el Big- Ben, el Parlamento. Los ojos no me alcanzaban para ver todo. Grandes castillos  medievales como los de la historia del legendario Robin Hood. La gran rueda con miradores, que giraba  a la orilla del río, el teatro de madera de Shakespeare, la gran foto de  la familia real sobre una de las orillas del río. Todo recién pintado, impecable, porque además hacia muy poquito se habían efectuado los juegos olímpicos.
                                         En una ciudad tan grande y milenaria era difícil poder elegir que podíamos visitar en tan poco tiempo. Por supuesto no me quería perder el cambio de guardia del palacio de Buckingham. Disfruté mucho con los soldados de la banda de música y del espectáculo. Pero la excursión que hicimos ese mediodía fue, casi diría, lo más lindo del viaje. Desde el Green Park caminamos hasta el subte para ir a Little Venice. Es el lugar, el Regent´s Canal  de donde  parten barcazas para ir a Camden Lock. Mientras esperamos la hora de salida, almorzamos  en una embarcación convertida en restaurante anclada en la orilla.  Luego subimos al barquito.
                                          Un viaje corto ,45’.   Suavemente, casi en silencio se deslizaba por las aguas calmas de este canal de pocos metros de ancho. En las orillas, están amarradas barcazas similares, muchas convertidas en vivienda permanente. Tienen maceteros con flores en los bordes. Voy leyendo sus nombres pintados al costado: Glastone, My Flower, Lucile, Les y Loraine, Demetrius, Scarlet Pimpinel, Phoenix y muchos mas, algún tunel ,  el Café La ville. Siguiendo, en el Regent´s Canal pasamos por la entrada a un Zoológico. En las veredas de cada costado pasan bicicletas. También se ven hermosas mansiones antiguas de la época victoriana con sus bajadas hasta el canal. Luego pasamos un restaurante con forma de pagoda China. Se escucha música  bajo un puente, alguien pulsa la guitarra y canta una melodía india.
                                     Empezó el otoño pero siempre hay en los maceteros de las ventanas muchas flores rojas. Pasamos el Pirate Castle (un club de remo)  y entramos en un túnel. Faltaba poco para llegar. De golpe vemos que el barco maniobra para  correrse contra la pared de la derecha haciendo ruido al raspar. Los pasajeros nos mirábamos sonriendo sin entender. Otra barcaza se nos viene de frente y….pum..., nos choca .Tenemos la quilla del otro, la nariz,  tocando el nuestro. Todos nos quedamos con la boca abierta. No podíamos creer, ¡en el país de los “piratas y corsarios” el de la “gran flota naval”, nos chocaba una pequeña barca!  No pasó nada. No fue el Titanic. Alivio y sonrisas. Los barcos se desenganchan, una vueltita, el otro hacia atrás y desembarcamos en los puertos felices y enteros.
Camden Lock es un  mercado, muy grande y pintoresco. Tiene  tiendas de ropas, regalos, souvenires, máscaras, atuendos de personajes de terror que a ellos les gustan mucho, música, discos viejos, un local para remojar los pies mientras muchos  pececitos te los masajean y la gente se ríe por que les da cosquillas. Sobre todo mucha comida de diferentes países que exhiben  a la vista los platos de cada especialidad como propaganda. Hay mucha gente joven y se ubican en largas mesas sentadas sobre bancos traseros de motonetas, mirando hacia el canal .También se sientan en las orillas o simplemente comen caminando. Miramos, compramos, caminamos, cruzamos puentecitos y nos volvemos en subte hasta el Hotel. Nos espera el  Barbican.
Hermoso e impresionante el teatro y el concierto. Por la mañana, esta vez llueve. Armamos nuestro equipaje para entregar  la habitación y lo dejamos en el hotel, para recoger mas tarde. Nos vamos a ver el museo de Victoria y Albert y la Galería Nacional. Pasamos en una mirada a vuelo de pájaro, para llegar a tiempo a escuchar un concierto de órgano en la capilla St. Martin in the Fields. Muy bueno y con mi ataque de tos incorporado. La verdad es que hacía mucho frio. 
Despedida almorzando en Wagamama. Rica comida japonesa. Luego  al hotel a buscar nuestras mochilitas. Estación de tren y aeropuerto. Pasamos como una ráfaga por Londres. Es una ciudad hermosa. No hubo tiempo desperdiciado. Estuve años pensando que difícilmente tendría la posibilidad de hacer este viaje, tenia que encontrar quien me acompañara. Deseaba ir a Inglaterra, que había sido el imperio de mundo, que expandió su cultura, sus costumbres, hasta sus juegos, como el “fútbol” por ejemplo. Además sentía curiosidad por conocer un país que mantiene su tradición monárquica con respeto y orgullo. Entonces tomé la decisión, aunque solo fueran tres días quería “palpar” Londres, sólo disfrutarlo, así que trate de ver todo lo que pude y me lo llevé puesto dentro de mí.

Lo mejor y más importante: haber compartido este hermoso viaje, con mi hija. 
                                      

Raquel Micheli, 2013


 1 Patagonia rebelde y costera. Argentina


Hace poco tiempo atrás, fuimos con algunos de mis amigos a ver una película de  Carlos Sorín. Nos gusta, porque es  un excelente director, que cuenta historias que parecen simples, de la vida cotidiana y que generalmente transcurren en la Patagonia  sur de  la Argentina. Ya desde la primera escena, empecé a viajar junto con el protagonista y me sumergí extasiada en  mi butaca, admirando la desmesura del paisaje,  para mí conocido, por otros viajes ya lejanos en el tiempo. Pero nuevamente me sentí impactada ante la  imagen. Parecía que el cielo acariciaba  esa tierra  desnuda de vegetación, alumbrada por el último sol de la tarde, y el automóvil  era un puntito que zigzagueaba, como una hormiga solitaria en el camino que dividía en dos la pantalla.
 Me deje inundar el alma por esa imagen de soledad y grandeza de ese suelo. La extraordinaria belleza de lo simple y natural estaba en “mi tierra” .Y así es esa ruta 3 que va hasta la punta del país. Cada tantos cientos de Km  en la “nada”,  de suelos achaparrados, sin árboles, ni casas, ni gente. A veces cuando el camino esta más cerca de la costa se deja ver el brillo del mar y algún animalito que se cruza y cuando se aleja un poco  se divisan las mesetas patagónicas,  en suaves ondulaciones, hasta llegar  algún pueblo o ciudad. Es el desierto que cuando ha tenido inviernos fríos y lluviosos, en verano sorprende con su floración y colorea el hermoso  paisaje con especies que no identificamos. En algún viaje quise llevarme una matita de flores, bajé del auto y escarbé la tierra, pero no tuve suerte,  en casa no brotaron porque  son propias de ese lugar.
Conocer la Patagonia, sus misterios,  implica la gran aventura. Puedo contar un poco, desde mi sentir como yo la he visto.
Viniendo desde el Norte hacia  Chubut por tierra, desde Bs. As por la ruta 3, por zonas costeras, el camino es una extensa  y casi línea recta de 3074 Km. hasta la punta de Sudamérica  donde está la Argentina. Si vamos por aire podemos apreciar la península y la caleta Valdés (¡mapa de papel manteca, “plumín y tinta china”!).
 A medida que dejamos el límite de Buenos Aires con Río Negro- Viedma, y entramos en la Patagonia, el verde del suelo se va opacando, comienzan a aparecer  los pastizales típicos redondeados de coirones, jarillas y chañares cubriéndolo intermitentemente En verano unas florcitas amarillas matizan el verde grisáceo. Los árboles se van espaciando cada vez más  y los pueblos también. Vamos entrando  a la desolación, al semi-desierto, la estepa patagónica. El camino ya no es plano. Hay lomadas, algunas montañas rocosas, pasando por Sierra Grande. Cruzamos a Chubut. El paisaje es gris, los animales silvestres se mimetizan con él. Podemos ver guanacos cruzando los campos, cuises, zorrinos, zorros, choiques (ñandú). También el clima es acorde, seco y con días de fuertes vientos propios  de la zona.
            Pasamos por  Puerto Madryn la primera ciudad del camino, ya en plena meseta patagónica.  Desde ahí o desde  Puerto Pirámides en el invierno
hasta entrada bastante la primavera, se puede realizar el avistaje  de magníficas  ballenas. Pirámides, es la mejor playa de Chubut. Debe su nombre a la similitud de las rocas y acantilados que rodean la bahía  con las “pirámides
verdaderas”. Se llega desde  la ruta 3, por un camino que atraviesa el brazo angosto de la península  y que deja ver en determinado tramo el mar de ambos lados. Bajando entre curvas, pinceladas de mar de azul intenso, hasta la playa que se estira respaldada por médanos de arena  fina, muy altos, cubiertos suntuosamente por  una alfombra de verdes e inmensos tamariscos, Puerto Pirámides  nos ofrece sus  aguas cristalinas y tranquilas.
Siguiendo por la ruta 3, y ya hicimos casi 1.500 Km., faltando solo 14 Km, en una bajada vemos a Trelew, extendida como desperezándose  en el valle. El Río Chubut bajando rápido desde la cordillera en busca de su salida al mar, le acordona de verde sus márgenes proporcionándole el agua para los campos
Generalmente a Trelew se la nombra también como “ciudad de paso” porque  es un centro de distribución de bienes y servicios, comunicaciones y transporte a los diferentes puntos turísticos. Es una ciudad con un aire cosmopolita, dado por los primeros pobladores que llegaron a colonizar: los galeses,  sin olvidar que estaban los nativos del lugar, los tehuelches,  y luego se agregaron españoles, italianos, árabes, chilenos, portugueses  y muchísima gente de las provincias del Norte de nuestro país. En el centro, está  el  teatro Español, que es un hermoso edificio  también como el Hotel Touring  y el Salón San David, donde antiguamente se celebraba todos los años el Eisteddfod*, evento de tradición galesa (se sigue realizando pero en las instalaciones del  Racing Club, porque tienen un gimnasio apto para la cantidad de gente que concurre). Son los más importantes históricamente. El aeropuerto está modernizado acorde con el turismo internacional que recibe: manga alfombrada que se conecta con el avión, espacios  vidriados encolumnando la escalera, con matas de arbustitos, pastos duros  y piedras que emulan el suelo patagónico. También exhibe decoraciones con réplicas de restos paleontológicos característicos del lugar, ya que allí se encuentra un importante Museo sobre el tema.
La Patagonia costera nos ofrece una variedad de paisajes dignos de admirar y disfrutar. Solo hay que animarse a recorrer muchos…. Kilómetros.

Raquel Micheli   

*Eisteddfod : significa en castellano “estar sentado”  Es un evento de competencias de diferentes disciplinas artísticas.        

            

2- Valle Inferior de Rio Chubut13/02

                                                                           25 de Diciembre de 2012         .
                                                                          Festejo de Navidad en Dolavon, Chubut.

            Dolavon es una localidad  agrícola del valle del río Chubut, distante a 35 Km. de la ciudad de Trelew. En una vieja chacra del lugar,  cada año,  acostumbran a reunirse los hijos, tíos, primos y demás parientes de una antigua familia galesa, Lloyd Jones, para festejar la Navidad. Van los que pueden, a veces más, a veces menos, es una tradición establecida y repetida a lo largo de muchos años. La casa  que era de los abuelos, Taid y Nain (abuela y abuelo  en galés),  los está aguardando, vacía de muebles pero llena de sentidos recuerdos. La nostalgia del pasado los une en la remembranza. Anécdotas y risas. Esta vez, solo está una de las tías, Ilid, que  nació ahí mismo, en esa casa a la orilla del río,  en febrero de 1927 y es la segunda de  7 hermanos, 6 mujeres y el último varón, Percy.
Estamos en esa casa sentados en unos bancos  alrededor de una gran mesa improvisada con tablones,   compartiendo el almuerzo que cada uno aportó. Y como Ilid es “la que sabe”,  después de comer, se arma un grupo cerca de ella, para hacerle preguntas y escuchar sus relatos familiares.
             Mientras Ilid cuenta con placer como era la vida en ese tiempo,  la magia que emana de sus historias  nos va impregnando el corazón. Así motivados, todos empezamos a recorrer la casa. Ella  nos muestra la habitación donde nació, la cocina, la chimenea que también se conectaba con la sala, la puerta lateral por donde entraban los nietos cuando eran chicos .Todavía están los frascos  de vidrio en los que se guardaban las conservas, la maquinita para cortar la natilla. Va desgranando anécdotas,  emotivas, graciosas. Cómo se conocieron sus padres y la cosecha de garbanzos en la que participaba toda la familia.
 Los abuelos Herbert 1898 y Mona Lowisa, 1902. Herbert desciende  a su vez de abuelos galeses llegados a la Argentina en 1875, una remesa inmigratoria que recaló en Santa Fe, Esperanza y Rafaela. El decidió irse a Sur. Ahí conoció a Mona, una rubia  bonita y de largas trenzas rubias, casi adolescente, recién llegada de Gales. Se enamoran, se casan  y se instalan en el lugar alrededor de 1924.
Ahí cultivaron la tierra, tuvieron sus hijos: Elsie, Ilid, Ada, Meby, Any, Do (Doris) y Percy, que crecieron y se fueron yendo a medida que se casaban o seguían el destino que les tocara.
En ese tiempo el río actualmente  más alejado, llegaba hasta la casa, la chacra  era muy grande  y todos ayudaban. Ahora, generaciones después, sus descendientes reconocen y valoran entrañablemente el  ejemplo y esfuerzo de tanto trabajo.
             Afuera  una vez mas los más chicos y algún grande, se suben con entusiasmo al viejo y herrumbrado carro, como si tuvieran las riendas imaginarias para azuzar al caballo que antaño los llevaba  a la escuela.
A un costado, el banco de trabajo donde descansa un taladro oxidado que está como adherido a la mesa, nadie lo tocó en muchos años y se quedó esperando a un dueño que ya no está. Cerca, la prensa, una carretilla y herramientas  de Taid, mudos testigos de un tiempo  pasado. Algunas sillas rotas. Una de ellas se mantiene enhiesta, aunque le falta una pata, orgullosamente sostenida por un gran manto de enredadera silvestre de pequeñas flores blancas, como si fuera un tocado de  novia , que arrastra y cubre todo a su alrededor. Nada se quita o se remueve de su sitio. Se preserva la memoria.  Es como recorrer un museo donde lo que se ve, habla por sí solo. Todo esto rodeado de añosos álamos plantados a cada lado del canalcito que lleva el agua. Miden cerca de un metro de diámetro, son imponentes y protegen del viento que los hace bramar fuertemente al sacudir sus ramas.
            Los primos seguidos por todos los concurrentes enfilan hacia la casa de Diana, la tía muy querida, esposa de Percy, el tío menor, que antes vivía a unos cientos de metros. Es un ritual tácitamente instaurado .La casa está siendo demolida, porque corría  peligro de caerse .Caminan en silencio, mirando el suelo, desandando  la añoranza de su niñez. La tía Diana decidió donar los materiales que se extrajeron para  el arreglo de una Capilla. Y aquí, la historia tiene una vuelta. Una sobrina, Lidita,  logró comprar   una parte de 2 has. de  la chacra original que había sido vendida a otra familia, para edificar su casa a la vera del río. Entonces le pidió a esta tía algunas baldosas  de la demolición para ornamentar  el piso como un homenaje a esos abuelos. Ella, de esta manera recuperó parte de esa tierra y proyectó un futuro amparado en el recuerdo de tantos momentos felices. Desde el sitio estratégico donde está emplazada la nueva casa  se puede distinguir a través de las  ventanas que enmarcan el hermoso paisaje, el contraste del blanco y oscuro de las bardas que a lo lejos  limitan el horizonte,  las alamedas  que crecen a orillas del río y de sus canales  y, en medio de ese verdor, girando la vista a la derecha, se divisa a lo lejos la casa grande, la de  Taid y Nain
Se puede palpar el sueño de los abuelos, que a través de sus descendientes seguirán cosechando el producto de su siembra de amor-

Otra historia de inmigrantes, de los  que vinimos de los barcos. Los que nacimos en esta tierra agradecemos el poder disfrutarla y pertenecer  a ella también por sentimiento.
                                                                                                        Raquel Micheli

viernes, 7 de junio de 2013

Tus manos…



       Tierno sol, hermoso domingo de octubre por la tarde.
       Una lancha colectiva del Tigre que va repleta nos permite estar muy juntos por primera vez. Yo, sin inocencia, “no hay donde poner las manos” y vos aprovechás sin dudarlo para agarrar mi mano derecha y ponerla entre las tuyas. Nuestros amigos que compartían el paseo no entendían nada. Llegamos al puerto, nos separamos un poco y los amigos partieron en otro rumbo.
     ¿Cómo seguimos? Encontraste en el gesto de darme la mano para caminar, una manera de volver a estar cerca, de pronto aparecieron las palabras “¿te gusta la idea?”y con un tímido apretón , te sonreí un sí que se vio confirmado con el primer beso.
      Hace tantos años que tus manos me dan ternura en las mañanas, me despiertan admiración en tus trabajos, me inspiran seguridad en los apurones, me acercan las cosas que te pido, me consuelan las tristezas de los días… no son solo tus manos , sos vos que llegás en ellas.
      Te regalo esto que dijo Neruda:”por algo se dispuso en la tierra que durmiera y volara sobre mi corazón este milagro” y yo le agrego:…tu amor.


Neli, 2013

UN REGALO



      Un bote precario para trasladar pasajeros a lo largo del lago Titicaca .Una mañana soleada pero fría que nos obliga a llevar abrigos. Los más jóvenes desafían el clima y deciden ir sobre el techo de la lancha para disfrutar más intensamente del aire boliviano.
      Nosotros, los cincuentones, nos apuramos para encontrar lugar cubierto entre los asientos de la parte interior pero Felipe y yo quedamos últimos y  nos acomodamos en la punta delantera sobre unos asientos “tipo sillones” contra las ventanas de vidrio. ¡Buena vista pero gran incomodidad, la lluvia de la noche anterior dejó su recuerdo en algunos de los almohadones!
      Frente a nosotros están unos alemanes. Yo empiezo a especular e inventar como siempre, el posible vínculo entre ellos  para que Felipe se  burle de mis suposiciones: decido que son padre de cincuenta y pico e hija de veinti tantos porque tienen la misma nariz respingada.¡Seguro que es así! .Junto a la jovencita está una mujer mayor, muy boliviana en su aspecto de chola como las que venimos viendo a lo largo de todo este maravilloso altiplano. Al mirarlas no puedo dejar de pensar en lo lindo que es viajar y poder ver que las personas somos muy interesantes en nuestra diversidad.
      Comienza el movimiento y de pronto, el conductor viene a la cabina y le pide a la señora que se cambie de lugar (¿por el peso?) y se viene al lado mío porque era la única opción posible pero como estaba mojado la ayudo a armar un colchoncito con los salvavidas y entonces se acomoda tranquila. Así empezó la cosa: miradas cordiales, algunas sonrisas y enseguida fuimos dos mujeres con ganas de hablar.
      Ella 70 años, viuda con siete hijos, vivía en Sucre pero andaba visitando las casas de su familia en diferentes lugares de Bolivia y Argentina. Yo 52 años, viajando junto a mi buen marido y contándole sobre mis hijos y sus ocupaciones. Su picardía iba abriendo cada vez más los temas, me contó orgullosa que todos sus hijos eran profesionales, hizo con sus dedos la cuenta para señalarme sus 14 nietos y fue más fácil con sus seis biznietos ¡qué envidia para mi mamá!     
      Sin duda con nuestra conversación despertamos cierto interés en los otros pasajeros:
ella con sus trenzas, sus polleras enormes, sus medias de lana de llama y sus ojotas abandonadas en el piso porque había levantado los pies sobre el asiento para no sentir la hinchazón que le molestaba desde hace unos días, según me contó, por otro lado, yo, muy vestida de turista con mis pantalones caqui, mis borsegos fuertes para la caminata que íbamos a hacer en la Isla del Sol, llena de polar y sin una gota de lana natural !!
La charla fue tan suelta que se pasaron las dos horas de navegación sin darnos cuenta: éramos dos mujeres compartiendo vacaciones, ostentando hermosas familias y conversando sobre temas como la política de Evo o los límites con que hay que tratar a los niños de hoy en día. De repente una foto: su hijo con quien estaba en el paseo quería que posáramos para tener un recuerdo de este encuentro de “la chola y la porteña”, dos mujeres diferentes pero tan semejantes en su esencia.
       Cuando su nuera le quiso cambiar de lugar por creer que estaba incómoda sobre los almohadones, Elsa Parada le contestó: “no, aquí estoy bien chismeando con mi amiga”. No hay palabras para describir mi profunda ternura. ¡Con eso me regaló un recuerdo imborrable!  

Neli, 2013

domingo, 2 de junio de 2013

LA OTRA ORILLA



Inesperadamente
abriste esa ventana.

Deshilachadas imágenes
traían
            retazos
de tu otra vida.

El río te ha llevado
            lejos.
En la otra orilla,
Ellos
y ese paisaje
al que no perteneces.

Los miras, ahora,
ajena.

Y cierras, cautelosa,
esa ventana
            que sin querer
se abrió
            a un tiempo
al que no puedes volver.


Inés Aguirre
    2012