jueves, 26 de diciembre de 2013

La huella, de la grieta, del blanco muro


A Mónica, mi profesora y amiga que  me mete en estos bretes y desafíos para escribir, lo cual le agradezco porque siempre logra algo. Le dedico con todo cariño esta especie de “juego dramático” mitad broma, mitad serio.


Mónica te pidió un relato sobre un poema y a vos te salió otro poema. El relato sigue pendiente. Pero el poema te persigue, te está pidiendo que cuentes. Entonces otra vez hablarás de amor.
Tenés que  contar una historia. Esa que dejó una huella imborrable en tu vida. Esa que habla de amor. Pero te cuesta. Seguro que te sale una letra de tango …”de cada amor que tuve tengo heridas”, o de bolero “nosotros que nos queremos tanto” o de “corazones rotos” , en fin que para hablar de amor , hay que sufrir…”heridas que no cierran y sangran todavía” y ya no tenes ganas de revivir dolores, por lo tanto, tendrás que encontrarle la vuelta porque se ha escrito tanto de amor que no tendrías nada nuevo para agregar a tanta poesía sobre el tema.
Pasabas tu adolescencia soñando con los amores de película que te producían mucha ilusión. Siempre había a tu alrededor algún muchacho esperando que le dieras un “si”, pero vos picoteabas y desparramabas los sí o los no a tu antojo. En realidad estabas siempre enamorada… o ¿eras muy enamoradiza? 
Eras muy joven y era natural que eso pasara
Hasta que un día sin haberlo registrado, alguien empezó a rondar cerca de tu casa, te hiciste la distraída, ni lo mirabas. Pero como buen cazador, astutamente se fue acercando y quedaste atrapada. Así fue que empezaste  a escribir en el blanco muro de tu vida con trazos grandes ese amor nuevo. Eras como la princesa en la torre que el “caballero andante” venía a rescatar, cantó al pie de tu ventana: "la vieja serenata que nadie, nadie olvida” y cubriéndote con un manto de amor y promesas te llevó a su reino lejano. Ese era el hombre que estabas esperando, tenía todas las cualidades. También decí que los defectos los pasabas por alto o no le dabas importancia.
Y acá vendría la parte de la novela rosa: se casaron, fueron felices  y tuvieron hijitos. Aunque todo eso sucedió, fueron solo  momentos. Porque vos te la creíste de cabo a rabo y te jugaste porque "el  amor es más fuerte”. No sabías que él era un cazador nato y no viste que seguía cazando en otros cotos. Tenía sus armas. Podía causar las heridas más profundas. La  principal: la palabra. La usaba para retenerte, dominarte y herirte. Le reprochaste ¡“mentira, tu vida siempre ha sido una mentira”! "me mentiste, me engañaste” y cosas por el estilo.
¿Y... ahora? ¿Cómo salís de ésta? Llegaste adonde no querías. Ya tenés la grieta en el muro. Te ilusionaste con que era el amor para toda la vida, y te traicionaron como en el tango. Estás frente a la puerta y “al llegar hasta el umbral, un candado de dolor”…decís , no,  basta, “tu puedes”, levantas la cabeza y miras adelante ( gracias al psicólogo, libros de autoayuda, lágrimas, voluntad, apoyo de la gente que te quiere) y la atraviesas. No te rindes. (Por sugerencias de los compañeros: …"¡resistiré! ¡resistiré!”...
Lo cierto es que viviste un sentimiento leal, genuino, más allá de que fuera correspondido o no. El cazador se llevó el morral vacío. Supiste sembrar en los surcos de esa huella  amores nuevos que están con vos.
Total, que la vida es una canción que seguirás escribiendo en tu muro.
.Para terminar: “Si anduve siempre en amores ¡Qué me van a hablar de amor!”.
 Chan -chan
Nota: Los trozos de canciones escritos en cursiva no son de casualidad y pura coincidencia, son a propósito para que identifiquen los títulos
Raquel Micheli .Diciembre.2013




El Blanco muro


Un tajo es siempre huella en la vida
en la vida,
en esa huella de un tajo.


Hugo Mujica



Eras muy joven cuando en tu blanco muro
se inscribió el amor con trazos fuertes, apasionados.

Amor de letras grandes,
como grandes las promesas.

Ese amor que se hizo carne en tu carne.
Sin pausa,
se fue perdiendo en el tiempo.

En su lugar
una grieta abierta de dolor,
se agranda al  recordar.

Grieta, tajo, huella del amor vivido.
Buscas el porqué,  buscas el sentido,
y en  la huella,
es que lo encuentras .

El muro no esta  vacío.

                                En ese espacio  escribiste

                                                                           ternuras de amores nuevos.

Raquel Micheli
2013


sábado, 14 de diciembre de 2013

La noche de la rubia



Basado en: “Verde y negro”
 de Juan Jose Saer



Al fin aflojé. La mina estaba muy buena y  dejé  hacerme  de rogar. Subí al auto Con esto solo ya tenía tela para contarle a los muchachos,  y todo lo que  faltaba todavía. Ella se corrió al volante.
A partir de ahí, la rubia sin mirarme arrancó fuerte en primera. Casi salté del asiento.-le agarró el apuro- pensé. Yo le miraba de costado las piernas fuertes musculosas, el pelo largo y rubio. Pero no me animé a tocarla.
No se porqué,  pero ella, cambió la cara, iba muy seria.  Salió del pueblo y anduvo en la ruta, pensé que íbamos al “telo”, pero no, siguió de largo hasta  que de golpe bajando la velocidad, dobló para atravesar un portón grande. En el fondo se veían algunas luces. Era una casa grande, de gente de plata. Ahí me dijo:
-Bajate, ponete cómodo .Me dejó cuando pasamos la puerta, entre medio de un grupo de gente media rara, con  ropa que parecían disfraces. Se los veía tomar, algunos abrazados, otros bailaban una música lenta.
Fui a una barra donde servían bebidas y aproveché a pedir un wisky, como para ponerme a tono con los bienudos esos. Mientras tomaba, pispeaba a la gente y pensaba – ¿Y éstos se divierten?- Del piso de arriba se escuchaban risas. – Será que la joda es arriba, nomás.
 Mientras, la rubia seguía sin aparecer. Al final, ¿para qué me trajo? Al rato sentí que me tocaban el culo. Me di vuelta. Nada. Me habrá parecido. Y otra vez. Ahí sí, lo pesqué. Era un tipo cerca mío, mientras me lo apretaba con la mano, me decía al oído ¿vamos bombón?...
¡Diosito mío! Dónde me metí ¡! Si se enteran los muchachos, flor de cargada…
Busqué la salida desesperado, y en eso veo bajar a la rubia por la escalera de costado, con un vaso en la mano y un tipo agarrado del hombro. Le iba a pedir que me llevara de vuelta, porque en realidad yo fui por ella y estaba con otro. Además me sentía mareado. Cuando me acerqué le noté algo extraño, era el pelo torcido de una peluca. Se la arranqué de un tirón.
¡Era un tipo! ¡La cosa ésa era un tipo! No dijo nada, solo me enfrentó con ojos desafiantes- por un segundo quedé duro, pero me di vuelta y salí corriendo lo más rápido que pude hasta la ruta, sin parar. Ahí me descompuse, largué todo. Después seguí caminando hasta el pueblo, faltaba mucho… ¡Qué papelón! ¡Y yo me la había creído!
Esto no lo podía contar.


                                                        

El bombón de licor

El placer de saborear un bombón de licor, me recuerda mi niñez cuando revolvía la caja de chocolates buscando en especial los más redondos y abultados que eran los que más me gustaban. Rompía con los dientes la cáscara azucarada para volcar rápidamente el licor en mi boca. El disfrute total del sabor.
Ahora me gustan todos los chocolates, aunque el de licor sigue siendo mi preferido.
Conocí al escultor Horacio Santos, en un evento que  realizaba mi provincia. Yo era parte de la organización y mi función era atender a los expositores. Mientras colocaba los folletos de la exposición en una mesa, me detuve  mirando la foto de un morocho con adorable sonrisa de dientes blancos y ojos chispeantes. Mi boca dibujó un ¡guaau!... silencioso y para adentro. Me propuse:-Tengo que encontrar a este bombón. Así fue. Luego del horario establecido, salimos con todo el grupo para cenar, por supuesto el brasilero estaba ahí. Nosotros como anfitriones teníamos que homenajear a los invitados. Al despedirnos, nos pasamos los mail, teléfonos, miradas, algunos diálogos cortados, estoy sola, estoy en pareja, pero por poco tiempo más, vivo en Buenos Aires,¿ cuando venís?, escribime... llamame…
  A partir de ahí me contacté con él, primero con la excusa  del trabajo. Volaban los mail ida y vuelta, hasta que ¡Oh casualidad!, me dan una comisión en  Buenos Aires, para un Congreso Interprovincial. Ni bien llegué, ya Horacio me estaba llamando para encontrarnos. Al rato otra vez, hasta que me dio las indicaciones para viajar al lugar donde él se encontraba. El colectivo me llevaba por Libertador y mis pensamientos iban más rápido, imaginando cómo sería el encuentro con mi moreno brasilero, de sonrisa tierna y voz dulce, cómo sería rozar esa piel oscura y aterciopelada. Cómo sería…
Horacio me esperaba en la puerta, se le notaba la ansiedad en los ojos, en las palabras, en los gestos. Luego, me llevó de gira, a pasear la noche de Buenos Aires y más tarde a su casa.
Ya de madrugada, mientras me dormía plácidamente, con mis expectativas cumplidas, pensaba: ”me he comido el mejor bombón de licor de mi vida”.


    Raquel Micheli
          2013 

El botón

Sobre la vereda manchada, contra la pared estaba el cuerpo del pibe. Llegó la policía. Enseguida la ambulancia. Y se lo llevaron. Solo quedó un grupo de mirones y los canas haciendo su trabajo. Marcas de tiza, cintas. Estaba claro, lo apretaron por “la merca” y se les fue la mano. No vieron el botón en la grieta de la pared. Pobre pibe.

 Al ratito nomás cayeron el abuelo y “el tano”. Los padres ni siquiera aparecieron. Pero “el tano”, con su saco de siempre, tenía un botón de menos.

Raquel Micheli
2013