martes, 3 de julio de 2012

El primer amor

Cuando empecé a vivir mi adolescencia, sentía gran curiosidad  por saber  cómo sería experimentar esa sensación de estar enamorada. Ya hacía tiempo que entre las amigas tratábamos de saber que pasaría cuando alguien del sexo opuesto  se nos acercara, cómo sería el sabor de un beso en la boca. Algunas de nosotras, ya habíamos tenido alguna propuesta, como:
Me gustás… ¿querés andar conmigo? pero los mecanismos de defensa impuestos por los mayores para cuidarnos como:
  Sos muy chica… ya vas tener tiempo…. hacían que nos negáramos a cualquier propuesta de este tipo. No nos estaba permitido. Por lo menos así era por los años 50.
Mi primer beso fue a los 14 años. Un beso robado. Era un chico dos años mayor que yo, Daniel, primo de mi primo Raúl, y nos conocíamos desde chicos.
A esa edad idealizábamos el amor romántico, devorábamos las novelas  de  Corín Tellado. Los amores en estos relatos eran puros y castos, a veces tumultuosos, al borde del abismo, podían caer en el pecado que los expondría a la maledicencia de la gente. Siempre tenían un final feliz y por supuesto los protagonistas se casaban por Iglesia, con todas las de la ley.  También era ingenuo el cine de la época y al ver las películas nos imaginábamos a nosotras mismas en las escenas de amor, como la  protagonista que cae en brazos de su enamorado.
Pero los tiempos cambiaban. Y no nos creíamos tanto la novelita rosa, buscábamos más explicaciones. Para variar, nosotros también como adolescentes pensábamos de nuestros padres que no sabían nada y, a la vez no era fácil romper con los modelos de nuestras madres y abuelas.
Daniel, mi galán, siempre venía a mi casa con la excusa de ver el partido de futbol en la tele, porque en la de Raúl no había. Yo me daba cuenta de que estaba atrás mío y esperaba con ansia cada domingo para verlo, pero sin darme por enterada. Era todo miradas de ambos lados. Uno de esos domingos se le ocurrió la  idea  para verme a solas…
  Marta,… por favor, ¿me darías un vaso con agua?...
Yo asentí. Me dirigí a la cocina y él me siguió. Cuando me di vuelta para alcanzarle el  vaso, me plantó el beso…el primero…. Me sonreí, temblé un poco…por fin había sucedido. Salí apurada de la cocina, por si nos veían.
Días después celebrábamos la primavera. Ya “estábamos metidos” “andábamos” como se decía en esa época, pero a escondidas de nuestros padres. No duró mucho, en dos meses más ya me estaba enamorando de otro.
Nos seguimos viendo mucho tiempo en las fiestas familiares, siempre como amigos, hasta que cada cual tomó su camino. Pasaron 30 años  y nos volvimos a encontrar en el casamiento de una sobrina en común. Su mirada tenía hacía mí  un dejo de nostalgia, el mismo candor  y ternura de aquella vez. Sonriéndome, ante mi asombro me dijo, mientras tomaba mi mano entre las suyas:
 ¡Estás preciosa! ¡Estás igual!
 Me emocioné, halagada, sin atinar a decir nada. Además fue delante de su mujer. Me descolocó. En ese instante supe que él nunca se había olvidado de mí.
Meses después, estando en una reunión de familia, mi prima me contó que Daniel había fallecido de un ataque cardíaco.
Creí que tenía un recuerdo chiquito, guardadito muy dentro mío,  pero al saber de su muerte se salió de mí, se hizo grande, importante. Me dio la oportunidad de valorar y entender las palabras de Daniel, en ésa definitivamente…la última vez.
                                                                      
  Raquel Micheli

3 comentarios:

  1. Hiciste experimentar nuevamente en mi con tus sensaciones del primer amor las mias, esa ternura y nerviosismo seguido de la confianza para los candidatos que se vienen.
    Mucha ternura y a la vez un final muy triste, esas cosas que pasan con algunas personas que uno penso o imagino que siempre se las iba a "cruzar" como antes lo era esperado.
    Pero ya no esta y aca esta escrito y grabado este recuerdo hermoso que lo compartis con todos nosotros. Gracias abuela! me encanta leer o escuchar tus historias.
    Abrazo, Solana

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  2. El recuerdo del primer amor es imborrable! hermoso relato

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