lunes, 21 de octubre de 2013

El taxista y la dama

El taxista,  mientras recorría por tercera vez la misma calle buscando la dirección que le había indicado su pasajera, pensaba: “¡qué noche de perros! y justo  en mi primer día me tiene que tocar  una vieja que no sabe adónde va… en el fondo me da pena… no sé si me voy animar a cobrarle todo lo que marca el reloj! Ya le tuve mucha paciencia, pero pobre… está muy  nerviosa… a ver si se me descompone la abuela. Y bue… yo  tengo ganas de ir al baño… mejor  bajar  un ratito así se calma y se le va un poco el frío.”
Paró en una pizzería que estaba en la esquina, por la que había pasado varias veces, buscando  el restaurante donde la estaban esperando  a la abuela y  dándose vuelta en el asiento  le preguntó:
-          ¡Abuela!... ¿Por favor, se anima a esperarme unos minutos? ¿O prefiere bajar?  Le aclaró: - tengo necesidad de  ir al baño.
-          Sí, sí, por supuesto… faltaría más…yo también voy- acordó ella.

Entraron al local, que estaba lleno de gente. Buscando con la mirada   cada uno ubicó la puerta, una al lado de la otra, con el consabido signo de su género. El salió primero y como  ella tardaba, vio que se había desocupado una mesa y fue a sentarse.
“Claro… con tanta ropa que lleva encima le costará arreglarse” pensó. Mientras, fue pidiendo al mozo una pizza y una botellita de vino tinto. Como para ir tirando mientras esperaba.
Cuando ella salió del baño, él le hizo señas de que se acercara invitándola  a sentarse. Ella se sorprendió en un principio pero luego fue hasta la mesa de buen grado-. Comenzó a quitarse el abrigo y él le ofreció, cortésmente:
-¿La ayudo? -. Ella aceptó. Ahí pudo apreciar que  “la viejita” tenía un cuerpo bien formado, agradable, se diría.
 Luego de sentarse  se levantó el velo del sombrero.
 – ¡Señor . Qué molesta le debo resultar a usted, con tanta vuelta!
“¡Epa… con la dama…es linda y más joven de lo que creía, viene el paquete completo!” - pensó el taxista.
Y exclamó en voz alta - ¡y yo que le decía “abuela”!.
Ella suspiró agradeciendo el cumplido.
Enseguida llegó la pizza  y empezaron a entrar en confianza. El se enteró de que se llamaba Mery y hábilmente, para saber si tenía el campo libre, le preguntó:
-¿y para quién se ha vestido tan elegante esta noche?
-¡Ah! , es que me esperaban unos amigos para festejar mi cumpleaños.
-          ¡Bueno, entonces festejaremos nosotros también! ¿Qué le parece un champucito?
-          ¿Qué es eso?
-          ¡Un champán, Señora…!
Pasó el tiempo entre copa va, copa viene, confidencias, risas, hasta que Mery que también ya lo llamaba por su nombre, dijo, bastante mareada y no muy  convencida  – Osvaldo… me tengo que ir, es tarde.
El taxista dejó que ella pagara la cuenta porque él no había recaudado nada. La llevó de vuelta hasta su casa casi en silencio, como para no cortar el encanto de la velada.
Se bajó del taxi y tomándola del brazo la acompañó hasta la puerta de su casa.
-          ¿Estás bien?- Le preguntó al oído
-          Sí, sí- dijo, sin soltarse de su mano, mientras abría la puerta con la suya y lo dejaba  entrar al edificio, a su departamento, a su vida.
 Pocas palabras, nada de promesas y muchas caricias.
El taxista y la dama pasaron la más maravillosa noche de amor

No hay comentarios:

Publicar un comentario