viernes, 7 de junio de 2013

UN REGALO



      Un bote precario para trasladar pasajeros a lo largo del lago Titicaca .Una mañana soleada pero fría que nos obliga a llevar abrigos. Los más jóvenes desafían el clima y deciden ir sobre el techo de la lancha para disfrutar más intensamente del aire boliviano.
      Nosotros, los cincuentones, nos apuramos para encontrar lugar cubierto entre los asientos de la parte interior pero Felipe y yo quedamos últimos y  nos acomodamos en la punta delantera sobre unos asientos “tipo sillones” contra las ventanas de vidrio. ¡Buena vista pero gran incomodidad, la lluvia de la noche anterior dejó su recuerdo en algunos de los almohadones!
      Frente a nosotros están unos alemanes. Yo empiezo a especular e inventar como siempre, el posible vínculo entre ellos  para que Felipe se  burle de mis suposiciones: decido que son padre de cincuenta y pico e hija de veinti tantos porque tienen la misma nariz respingada.¡Seguro que es así! .Junto a la jovencita está una mujer mayor, muy boliviana en su aspecto de chola como las que venimos viendo a lo largo de todo este maravilloso altiplano. Al mirarlas no puedo dejar de pensar en lo lindo que es viajar y poder ver que las personas somos muy interesantes en nuestra diversidad.
      Comienza el movimiento y de pronto, el conductor viene a la cabina y le pide a la señora que se cambie de lugar (¿por el peso?) y se viene al lado mío porque era la única opción posible pero como estaba mojado la ayudo a armar un colchoncito con los salvavidas y entonces se acomoda tranquila. Así empezó la cosa: miradas cordiales, algunas sonrisas y enseguida fuimos dos mujeres con ganas de hablar.
      Ella 70 años, viuda con siete hijos, vivía en Sucre pero andaba visitando las casas de su familia en diferentes lugares de Bolivia y Argentina. Yo 52 años, viajando junto a mi buen marido y contándole sobre mis hijos y sus ocupaciones. Su picardía iba abriendo cada vez más los temas, me contó orgullosa que todos sus hijos eran profesionales, hizo con sus dedos la cuenta para señalarme sus 14 nietos y fue más fácil con sus seis biznietos ¡qué envidia para mi mamá!     
      Sin duda con nuestra conversación despertamos cierto interés en los otros pasajeros:
ella con sus trenzas, sus polleras enormes, sus medias de lana de llama y sus ojotas abandonadas en el piso porque había levantado los pies sobre el asiento para no sentir la hinchazón que le molestaba desde hace unos días, según me contó, por otro lado, yo, muy vestida de turista con mis pantalones caqui, mis borsegos fuertes para la caminata que íbamos a hacer en la Isla del Sol, llena de polar y sin una gota de lana natural !!
La charla fue tan suelta que se pasaron las dos horas de navegación sin darnos cuenta: éramos dos mujeres compartiendo vacaciones, ostentando hermosas familias y conversando sobre temas como la política de Evo o los límites con que hay que tratar a los niños de hoy en día. De repente una foto: su hijo con quien estaba en el paseo quería que posáramos para tener un recuerdo de este encuentro de “la chola y la porteña”, dos mujeres diferentes pero tan semejantes en su esencia.
       Cuando su nuera le quiso cambiar de lugar por creer que estaba incómoda sobre los almohadones, Elsa Parada le contestó: “no, aquí estoy bien chismeando con mi amiga”. No hay palabras para describir mi profunda ternura. ¡Con eso me regaló un recuerdo imborrable!  

Neli, 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario