Basado en: “Verde y negro”
de Juan Jose
Saer
Al fin aflojé. La mina
estaba muy buena y dejé hacerme de rogar. Subí al auto Con esto solo ya tenía
tela para contarle a los muchachos, y
todo lo que faltaba todavía. Ella se
corrió al volante.
A partir de ahí, la rubia sin
mirarme arrancó fuerte en primera. Casi salté del asiento.-le agarró el apuro-
pensé. Yo le miraba de costado las piernas fuertes musculosas, el pelo largo y
rubio. Pero no me animé a tocarla.
No se porqué, pero ella, cambió la cara, iba muy seria. Salió del pueblo y anduvo en la ruta, pensé
que íbamos al “telo”, pero no, siguió de largo hasta que de golpe bajando la velocidad, dobló para
atravesar un portón grande. En el fondo se veían algunas luces. Era una casa
grande, de gente de plata. Ahí me dijo:
-Bajate, ponete cómodo .Me
dejó cuando pasamos la puerta, entre medio de un grupo de gente media rara, con
ropa que parecían disfraces. Se los veía
tomar, algunos abrazados, otros bailaban una música lenta.
Fui a una barra donde servían
bebidas y aproveché a pedir un wisky, como para ponerme a tono con los
bienudos esos. Mientras tomaba, pispeaba a la gente y pensaba – ¿Y éstos se
divierten?- Del piso de arriba se escuchaban risas. – Será que la joda es arriba,
nomás.
Mientras, la rubia seguía sin aparecer. Al
final, ¿para qué me trajo? Al rato sentí que me tocaban el culo. Me di vuelta. Nada. Me habrá parecido. Y otra vez. Ahí sí,
lo pesqué. Era un tipo cerca mío, mientras me lo apretaba con la mano, me decía al oído ¿vamos
bombón?...
¡Diosito mío! Dónde me metí
¡! Si se enteran los muchachos, flor de cargada…
Busqué la salida desesperado,
y en eso veo bajar a la rubia por la escalera de costado, con un vaso en la
mano y un tipo agarrado del hombro. Le iba a pedir que me llevara de vuelta,
porque en realidad yo fui por ella y estaba con otro. Además me sentía mareado.
Cuando me acerqué le noté algo extraño, era el pelo torcido de una
peluca. Se la arranqué de un tirón.
¡Era un tipo! ¡La cosa ésa
era un tipo! No dijo nada, solo me enfrentó con ojos desafiantes- por un
segundo quedé duro, pero me di vuelta y salí corriendo lo más rápido que pude
hasta la ruta, sin parar. Ahí me descompuse, largué todo. Después seguí
caminando hasta el pueblo, faltaba mucho… ¡Qué papelón! ¡Y yo me la había
creído!
Esto no lo podía contar.
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