Sobre la vereda
manchada, contra la pared estaba el cuerpo del pibe. Llegó la policía.
Enseguida la ambulancia. Y se lo llevaron. Solo quedó un grupo de mirones y los
canas haciendo su trabajo. Marcas de tiza, cintas. Estaba claro, lo apretaron
por “la merca” y se les fue la mano. No vieron el botón en la grieta de la
pared. Pobre pibe.
Al ratito nomás cayeron el abuelo y “el tano”.
Los padres ni siquiera aparecieron. Pero “el tano”, con su saco de siempre,
tenía un botón de menos.
Raquel Micheli
2013
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